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20 julio, 2016En función del estado de ánimo consumimos unos alimentos u otros. Nos encontramos ante una situación de hambre emocional y no físico. Nuestra nutricionista, Natalia Barrachina, nos explica la diferencia.
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¿Qué es el hambre emocional?
El hambre emocional sucede cuando, por ejemplo, nos premiamos con una cena especial por un reto superado o tomamos un bombón de chocolate para «endulzar el día». En esos momentos, atendemos a las demandas de nuestras emociones.
En estas situaciones, no es el hambre físico el que nos empuja a comer. Es la necesidad de calmar con comida o bebida nuestros desequilibrios emocionales.
Tendemos a tomar alimentos poco saludables, pensando en rellenar agujeros emocionales. Sin embargo, lo que conseguimos es deteriorar nuestro cuerpo.
Cuando no canalizamos correctamente nuestras emociones se van acumulando. En consecuencia, se genera rigidez, bloqueo, tensión, estancamiento, presión…etc.
Llega un momento en el que nos vemos totalmente desbordados. De manera inconsciente, ponemos en marcha uno de estos dos mecanismos (evasión o coraza) que me llevan a un mismo resultado: aumento de peso.
Para empezar a trabajar con la relación alimento-emoción es necesario aprender a identificar el hambre físico. A diferencia del hambre emocional, este es progresivo, gradual y se va calmando progresivamente a medida que tomamos cualquier alimento.
Si el hambre te asalta de forma urgente y repentina, de algo muy concreto y sientes que no va a haber suficiente de ese «algo» en el mundo para calmarlo, nos encontramos ante una situación de hambre emocional.
¿Cómo podemos remediarlo?
Podemos trabajar desde la alimentación para cuidar y complacer a nuestro cuerpo emocional tratando de compensar los pequeños desequilibrios del día a día:
- En nuestras comidas debe haber una representación de diferentes sabores (salado, dulce, amargo, ácido…etc.), cada uno de ellos está indicado para estabilizar unas emociones determinadas.
- Es necesario hacer uso de diferentes estilos de cocción para conseguir diferentes texturas (blanda, crujiente, húmeda, seca…)
- También es importante que tenga variedad de formas y colores, para nutrir a los sentidos.
- Dar prioridad a la cocina sencilla, casera y elaborada a diario.
- Debemos comer con tranquilidad masticando correctamente los alimentos.
- Tenemos que dar al alimento el “trato” que se merece.
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